
El jardín de rocas del templo Ryoan-ji (”Templo del dragón apacible”), situado en el noroeste de Kioto, es el ejemplo más puro de un kare-sansui: sin ningún elemento acuático, sin ninguna planta ni ningún árbol. Se encuentra en la cara sur de la vivienda del sumo sacerdote, rodeado por un muro bajo. Este jardín es uno de los ejemplos más hermosos de un rasgo constante de la estética japonesa: la simbiosis figurativa del ángulo recto y la forma natural.
Existen muchas dudas sobre la fecha de creación exacta de esta obra que puede rondar el siglo XIV, al igual que también existen dudas sobre su autoría posiblemente atribuible al clan Kawaramomo. Pero sin duda, el tema más debatido y controvertido respecto al Ryoan-ji es la multitud de razonamientos y posibles explicaciones del efecto que produce en el visitante y del motivo que representa. Realmente esto es algo que sólo a las grandes obras les sucede como a La Gioconda de Leonardo da Vinci, lo que nos puede dar una idea de la trascendencia de lo que a simple vista puede parecer un cercado de arena y piedras.
En el Ryoan-ji se han dispuesto 15 rocas sobre una superficie vacía cubierta con arena rastrillada; estas rocas se ordenan en tres grupos de siete, cinco y tres. A mi modo de ver, todas las hipótesis sobre el significado de las mismas resultan insuficientes. Ya se intenten explicar con una geometría secreta o con las reglas de equilibrio entre los números impares, el resultado nunca es satisfactorio. Ni siquiera me convence de verdad la teoría defendida en repetidas ocasiones, partidaria de que el jardín de Ryoan-ji es una reproducción a vista de pájaro del mar con algunas islas.
En mi opinión, este jardín responde más al espíritu de meditación Zen. De hecho, por su disposición, el jardín invita a contemplarlo sentado, que es la postura por excelencia de la meditación. La puntualidad de las rocas en un espacio grande (340m2) de casi vacío, permite al espectador concentrarse en alguno de esos puntos, que es de hecho el principio básico de la meditación que se puede aprender en el yoga o en técnicas similares. Esta actitud contemplativa y serena permite al individuo liberar su mente del torbellino de pensamientos que constantemente pasar por nuestra mente. De hecho, es el “no elemento” lo que caracteriza al Ryoan-ji y es el “no pensamiento” lo que caracteriza a la meditación Zen.
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